Habitamos el Sur...
hemos nacido y crecido al Sur. Nuestra vida transcurre allí; es decir, aquí y su devenir gira en/torno a esta circunstancia: la propia. Somos el Sur.
Nuestro pensamiento se forma y genera desde ese centro. A modo de campo, una línea lo circunda elípticamente: la línea de horizonte. Es ella, sí, la misma que en la pampa divide en dos -el abajo y el arriba, el paisaje horizontal-
Aquí, en este universo creado por Julio Perez Sanz, ella, deja de estar quieta, cobrando forma de cordón para abrazar, a modo de círculo, ese límite donde comienza y termina el territorio sureño; punto central y equidistante a cada una de las cientos de miles de partículas, de seres y almas que conforman y habitan este terreno.
Lo nuestro es nuestro, y lo reconocemos. Miramos diferente.
Para ascender Julio construye este "mangrullo-monumento". Escalera arriba, plataforma que mira, que mira desde lo alto y en línea recta hacia adelante, logrando vislumbrar el porvenir, el futuro, accediendo así a la luz, y por lo tanto a la sabiduría. Estoy aquí pero puedo proyectarme, mis pies pisan firme, mis ojos disfrutan en lo alto del conocimiento: del afuera, de la brisa, de los cambios climáticos, del paisaje y del tiempo.
Abajo, apostadas en la base, dos figuras simbólicas representan lo femenino y lo masculino. Ellas, tienen su propia luz, luz interior que el paseante puede apreciar. Son dos calidoscopios que nos permiten ver la mutación del cambio interno, eterno, del ser humano, cambio en constante movimiento, mientras la vida fluya.
Nora Iniesta,
Buenos Aires, noviembre 1995.
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